ARMANDO
DUVALIER,
UNO DE LOS
PILARES DE LA POESIA CHIAPANECA
José Luis Castro Aguilar,
Cronista de Tuxtla Gutiérrez.
*28 aniversario del fallecimiento del
crítico literario más sólido de Chiapas.
El poeta, cuentista y
crítico literario Armando Duvalier Cruz Reyes nació en la colonia Echegaray,
municipio de Pijijiapan, Chiapas, el 26 de agosto de 1914.
Escritor y poeta, cantor
lírico de estilo elegante y colorido que supo manejar impecablemente las
diversas formas poéticas de la lengua española, a la par de un lenguaje musical
que singularizó en su poesía negra. Excelente versificador y crítico literario
que manejó con facilidad el lenguaje literario y poético. Autor de una obra
poética extensa y polifacética, de altos vuelos, llena de imágenes y metáforas,
muchas veces soslayada por la crítica. En 1936 introdujo a Chiapas la poesía
japonesa (Hai-Kais,) y en 1961 la poesía negra con el poema ¡Vámonos al Vudú!,
es decir, irrumpió el jardín de las letras chiapanecas con su propuesta de
crear versos negros con luz, color y música (el potencial poético del negrismo
quedó al descubierto); además, creó la nueva forma de expresión poética
denominada alquimismo: la música a través de las palabras, que fue su
aportación más valiosa dentro de la historia de la poesía mexicana; y la retórnela,
nueva composición poética para temas líricos.
Su obra literaria la
resumimos en el siguiente listado: Poetas Chiapanecos (antología, 1940), Un
gran poeta regionalista (estudio crítico, 1940), Tibor (Hai-Kais, 1943),
Trayectoria poética de Leopoldo Ramos (crítica, 1943), Con el hermano Francisco
de Asís (poesía, 1946), Elocuencia del corazón (poemas, 1948), Retórnelas y
otros poemas (1954), Pagre Piegra (cuento, 1957), Cuando te nombro Chiapas
(poemas, 1958), Mariposas de laca (Tankas y Hai-Kais, 1958), Tribulaciones por
un joven dinosauro (poema alquimista, 1961), La poesía de José Emilio Grajales
(crítica, 1961), Poesía negra americana (breve antología, 1962), Canto de amor
a Chiapas (poemas declamables, 1963), La niña y su hipotenusa (poema
alquimista, 1963), Dame la palabra y la música florida (poesía, 1985), Poemas
Alquimistas (1986); Soconusco (poemas, 1987), De azucena dorada es la niña
(poemario póstumo, 1990) y Te suspiro, dorado Pijijiapan (poemas, 1992), entre
otras.
En Chiapas hace falta que
hagamos una lectura más detenida, más profunda, de la poética del maestro
Duvalier, injustamente olvidado, quien realizó una de las obras más sólidas e
ingeniosa de la lengua hispanoamericana. Textos elegantes, artísticos y
auténticos. Como poeta destacó en Chiapas en los años de 1947 a 1980. El crítico
literario Ricardo Cuéllar valencia aseguró que fue el “Maestro de las formas,
el innovador y el crítico más sólido del siglo XX” en Chiapas. (“Al oído del
lector”. Artículo publicado en Boca de
Polen, revista cultural de la Universidad Autónoma
de Chiapas, número 2, agosto de 1994). En su formación poética, influyeron:
Pablo Neruda, César Vallejo, Vicente Huidobro, Jorge Luis Borges, Nicolás
Guillén, Juan José Tablada, Luis Cardoza, entre otros.
El maestro Armando
Duvalier dijo, en su artículo: La Poesía
Negra en México: “Los elementos de la poesía negra son la plástica y la
música. La coloración tropical y la onomatopeya existen en toda la poesía
negra. La savia que se retuerce en la vegetación de la selva, la eclosión de la
sangre en el cuerpo del hombre y de la fiera, la quimificación primitiva del
color del mar, en la tierra y en el cielo, la reverberación de las playas y los
mares, la alegría marinera de los puertos que constituyen la plástica del
trópico, se halla en los versos del romancero negro. Asimismo, la musicalidad
onomatopéyica existe en sus más variadas expresiones”.
El crítico Duvalier había
conocido al poeta cubano Nicolás Guillén, padre de la poesía negra, en la casa
de la pintora y poetisa mexicana Aurora Reyes (que vivía en el barrio de
Coyoacán, en la Ciudad de México), en la que se reunían Juan de la Cabada, José
Revueltas, José Muñoz Cota, Efraín Huerta, Renato Leduc, entre otros.
Armando Duvalier, de
ascendencia negra, nació en Pijijiapan, hermoso poblado descendiente de los
esclavos traídos por los conquistadores españoles del siglo XVI. Africano de
origen por la sangre, el espíritu y la música que llevaba por dentro, fue un
auténtico poeta negro. He aquí algunos ejemplos de su estro sentimental:
¡VÁMONOS
AL VUDÚ!...
(fragmento)
Vicente Azul está triste
porque ha contemplado el
mar…
Vicente Azul está triste
y entre sus labios
murmura
(náñiga, fárfara, ¡helás!
(náñiga, fárfara,
¡helás!)
una canción en patúa.
…
Vámonos ya,
vámonos, Vicente Azul,
vámonos al mar;
vámonos, Vicente Azul,
vámonos al vudú
que está sonando el
tam-tam.
…
¡Ay de ti, Vicente Azul
por qué te ha embrujado
el mar!...
Otro ejemplo de versos
bien estructurados de poesía negra, con luz propia, color y música es el
dedicado al instrumento musical chiapaneco: la Marimba:
MARÍMBULA,
MARIMBULÉ
(fragmento)
La mar,
la mari, mari,
la marimbá,
canta en las tierras de
Chiapas;
marimba, marímbala,
marimbulá.
…
Sueña la marimba,
la marimba, merimbela,
murimbela, mirimbela.
…
Autor de poesía culta con
algunos elementos de la raza negra. Crédito que comparte también con el bardo
Rodulfo Figueroa, primer poeta de descendencia negra, que tuvo escasa
influencia de elementos, motivos o temas negros entre los poetas chiapanecos de
su época (siglo XIX). Dentro de la poesía negra de Armando Duvalier figuran:
¡Vámonos al Vodú!... (Dedicado al negro Vincent Adul, que desde Pijijiapan le
cantaba a su entrañable Haití), Marímbula-Marimbulé, Conjuro para ahuyentar al
Mandinga y El paso de Mandinga.
“La presencia de Duvalier
en el mundo de las letras chiapanecas ―dijo el profesor Eliseo Mellanes, en
1965― significa la transición entre la poesía de la retórica clásica y la
poesía de técnica contemporánea, es como un puente o un eslabón entre la
primera y la segunda generación de poetas de este siglo (XX). Es poeta clásico
porque la mayoría de sus poemas usa el metro y la rima de la retórica tradicional,
pero es contemporáneo por las imágenes y metáforas que imperan en su producción
poética” (Perfil de la poesía en Chiapas, Eliseo Mellanes Castellanos, Tuxtla
Gutiérrez, Chiapas, 1965, 38 pp.).
Compartimos los
comentarios del maestro Eliseo Mellanes Castellanos ―crítico literario―, cuando
dijo que el poeta Armando Duvalier era el puente o eslabón entre la primera y
segunda generación de poetas del siglo XX. Sin embargo, en lo personal
considero que el poeta Duvalier no solo fue el puente sino el parteaguas del
cultivo de la antigua poesía clásica y la nueva poesía contemporánea, pues en
1947 introdujo a Chiapas la poesía vanguardista junto con Ramón Rosemberg
Mancilla y Gumaro Gutiérrez.
Armando Duvalier, pese
haberse formado literariamente en la Ciudad de México y haber florecido como
poeta en ese lugar, fue la punta de lanza de la nueva generación de poetas
chiapanecos que se inauguró en la década de los sesenta. Fue el alma, el
patriarca de la nueva poesía contemporánea de Chiapas, como heredero auténtico
de la antigua poesía que supo asimilarla y fructificarla, al ir en busca de
nuevas formas de expresión. Audaz movimiento poético que quiso superar la etapa
del lirismo romántico por una poesía culta, plástica, musical, que innovara las
antiguas formas y estilos que imperaban en la época.
El parnaso chiapaneco
vibró con esta nueva voz, la del poeta Armando Duvalier.
Fue el maestro Duvalier,
uno de los literatos más talentosos, quien encabezó la segunda generación de
poetas de Chiapas y la primera del siglo XX, entre los que descollaron: Amadeo
León Brindis, Romeo Moscoso Pastrana, Jesús Agripino Gutiérrez, Edgar Robledo
Santiago, Enrique Aragón Coss, Ramón Rosemberg Mancilla, Mariano Penagos Tovar,
Romeo C. Zebadúa, José Falconi Castellanos, Rosario Castellanos, Oscar Bonifaz
Caballero, Eliseo Mellanes Castellanos, Jaime Sabines y Enoch Cancino
Casahonda. Siete de ellos obtuvieron el Premio Chiapas. Sin lugar a dudas, de
esta generación surgieron los cuatro pilares de la poesía chiapaneca: Armando
Duvalier, Rosario Castellanos, Jaime Sabines y Enoch Cancino Casahonda, que en
su conjunto consolidaron la tradición poética contemporánea de Chiapas.
Considerado en 1948 como
el hermano mayor de la nueva generación de poetas chiapanecos, en la
presentación del libro Elocuencias del
corazón, por los jóvenes intelectuales Mariano Penagos Tovar, Ramón
Rosemberg Mancilla, Jorge y Jaime Sabines, Eduardo J. Albores, Mario Araujo
Rodríguez, Santiago Serrano, Tomás Martínez (poeta de la primera generación),
Eliseo Mellanes Castellanos, entre
otros.
He aquí algunos ejemplos
de su poesía lírica japonesa:
MARIPOSAS
DE LACA (Hai-Kais).
FLAMBOYANT
Arde la tierra a lo
lejos…
¿Quién regó sobre los
árboles
Menudos copos de fuego?
PALMERA
Con reverencia
saluda al aire
que la corteja.
TROMPO
Danzante que se ha
dormido
sonando sus cascabeles
entre una ronda de niños.
Por primera vez, el
trabajo literario de Armando Duvalier fue reconocido por la intelectualidad
chiapaneca el 29 de agosto de 1967, por un grupo de promotores culturales
encabezados por Eduardo J. Albores, Oscar Bonifaz, José Casahonda y Gertrude
Duby. En 1975 el periódico Novedades de Chiapas le otorgó la medalla al Mérito
Literario; en 1986 los intelectuales chiapanecos le entregaron el Pergamino “Juan
Rulfo, 1985”; y en 1986 la comuna tuxtleca le otorgó la presea Tuchtlán de Oro,
entre otros.
Armando Duvalier fue un
poeta vanguardista de la izquierda mexicana que utilizaba la literatura y su
verbo como arma de combate, lo que le valió para que en 1955 se le negara el
Premio Chiapas, mismo que fue declarado desierto por el gobierno de Chiapas que
encabezaba el Lic. Efraín Aranda Osorio. Fue hasta 1986 cuando en un acto de
justicia se le concedió el Premio Chiapas en la rama de Arte. De aquí en
adelante se fueron acumulando los reconocimientos, homenajes y actos de
justicia literaria para el padre de la poesía contemporánea, auténtico poeta
negro de Chiapas.
Con la publicación
póstuma del poemario De azucena dorada es
la niña, queda constancia que el maestro Armando Duvalier cultivó
nuevamente, al final de su camino, la lírica tradicional. He aquí el poema que
titula el poemario:
DE
AZUCENA DORADA ES LA NIÑA
(fragmentos)
¡Qué hermosa es la dulce
niña
que conocí una mañana
cuando salió de la
iglesia
entre música y campanas!
…
Si baila con la marimba
en los patios o enramadas
hasta las aves se acercan
para poder admirarla.
…
¡Qué hermosa es la dulce
niña
con música en la mirada!
¡Paloma azul de mi
tierra,
flor de oro de
Pijijiapan!
De su poesía dedicada a la
muerte, de espléndidos versos, cito la epístola y el último vals:
EPÍSTOLA
A LA MUERTE
(fragmentos)
Eres virgen que cura la
vejez nefasta,
diosa que aniquila para
siempre el hambre,
madre que aleja la
desesperanza,
santa milagrosa que abate
enfermedades,
bálsamo divino que alivia
el sufrimiento,
señora del silencio y del
olvido.
…
Se le erigen estatuas al
sabio y al artista,
al santo y a los
múltiples dioses de la tierra,
al hombre que el destino
transformó en el héroe,
y algunas veces también a
los atletas,
pero no a ti, ángel
compasivo de la muerte.
Al final de su camino, el
maestro Duvalier deja, con tono nostálgico e irónico, un bosquejo
autobiográfico:
EL
ÚLTIMO VALS
(fragmentos)
El día que me muera, como
siempre,
lo sentirán dos o tres de
mis amigos,
mas para todas las
personas será un caso
que pase absolutamente
inadvertido.
…
Seré feliz volviéndome a
la tierra
que una madrugada me hizo
brotar como semilla,
que me dio sus jugos para
ser un árbol
y miel para dar frutos de
poesía.
…
Alguien dirá que fui un
hombre extravagante,
otro, que era bohemio y
solitario,
alguno, que era soñador,
ingenuo y bondadoso,
y otro más, que fui un
enamorado.
…
Este preclaro hombre de
letras falleció en la ciudad de Tuxtla Gutiérrez el 14 de julio de 1989. Sus
restos mortales descansan en el panteón municipal de la capital chiapaneca.
En síntesis, el maestro
Armando Duvalier, hombre de profunda cultura, fue un auténtico innovador de la
poesía chiapaneca, un verdadero creador de nuevas formas, contenidos y estilos
de la poesía contemporánea de Chiapas, que aún no ha sido valorado en su justa
dimensión histórica y literaria. Su nombre merece figurar, en primera fila, en
la historia de las vanguardias de la poesía mexicana.
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